El presidente de Egipto, Hosni Mubarak, nombró este lunes a un nuevo ministro del Interior como parte de un recambio de gabinete diseñado para afrontar el desafío más serio a su gobierno de tres décadas.
Sin embargo, no estuvo claro de inmediato si el nuevo gabinete, que ahora incluye a tres ex altos funcionarios en los puestos más importantes, y las promesas de reformas serán suficientes para calmar a los grupos opositores y manifestantes que piden la salida de Mubarak y de la vieja guardia.
Mientras los disturbios sin precedentes en la nación más poblada del mundo árabe ingresaban a su séptimo día, miles de manifestantes acudieron a la plaza Tahrir de El Cairo cantando "Fuera (...) te queremos fuera" y entonando el himno nacional de Egipto.
Grupos de soldados los observaban sin tomar acciones, algo que habría sido inconcebible hace apenas una semana.
Los líderes del mundo han luchado por responder a una crisis que amenaza con modificar el mapa político de Oriente Medio. Y en los mercados globales, los precios de las acciones cayeron el lunes en Asia, mientras el crudo Brent alcanzaba un máxima de 28 meses.
Las manifestaciones surgieron la semana pasada por la frustración ante la represión, la corrupción y la falta de democracia bajo el mandato de 30 años de Mubarak.
Más de 100 personas murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en episodios que han transformado la imagen que Egipto tenía hasta ahora de un país estable, un prometedor mercado emergente y un atractivo destino turístico.
Convocan masiva protesta. Mubarak, un cercano aliado de Estados Unidos y baluarte de la política occidental sobre Oriente Medio, respondió a la ira pública ofreciendo una reforma económica para calmarla.
Ahora el Ejército parece tener la clave de su futuro, pero aunque los generales han evitado aplastar la revuelta, tampoco han retirado su apoyo a Mubarak.
Mubarak nombró este lunes al general Mahmoud Wagdy, quien antes era jefe del departamento de investigaciones criminales de El Cairo, como su nuevo ministro del Interior.
El predecesor de Wagdy fue vilipendiado por muchos egipcios debido a las tácticas represivas usadas por la policía para aplastar a la oposición y a los críticos del Gobierno.
Durante los primeros días de la revuelta no era evidente el liderazgo de ningún grupo opositor. Pero el lunes la Hermandad Musulmana, una organización opositora islámica, dijo que estaba intentando formar una amplia comisión política con Mohamed ElBaradei para negociar con el Ejército.
ElBaradei, laureado con el premio Nobel de la Paz por su trabajo en la agencia de supervisión nuclear de la ONU, ha instado a Mubarak a renunciar y dio su estatus internacional a un movimiento de protestas que carecía de un líder conocido.
La Hermandad Musulmana, que cuenta con el apoyo de los egipcios pobres, hasta ahora se ha mantenido a la sombra de una revuelta iniciada por estudiantes y jóvenes de bajos recursos, por temor a una dura represión.
Una multitud abarrotó este lunes por la mañana la plaza Tahrir, que se ha convertido en el centro de la revuelta, para unirse a manifestantes que acamparon durante la noche desafiando un toque de queda impuesto por Mubarak.
Testigos dijeron que la camaradería entre los manifestantes y soldados era evidente mientras compartían té y bocadillos, parados al lado de tanques pintados con grafitis anti Mubarak.
"Las Fuerzas Armadas deben elegir entre Egipto y Mubarak", decía un cartel en la plaza Tahrir de El Cairo
El movimiento anti Mubarak convocó a una masiva protesta para el martes y dice que un millón de personas podrían salir a las calles.
Postura de EE.UU. Estados Unidos, que ha enviado miles de millones de dólares en ayuda a Egipto desde que Mubarak llegó al poder, no ha dicho abiertamente que quiere que el presidente se marche.
En su lugar, el presidente estadounidense, Barack Obama, y la secretaria de Estado Hillary Clinton instaron a abordar reformas y hablaron de una "transición ordenada".
Washington ha considerado desde hace tiempo a Mubarak como un baluarte en Oriente Medio, primero contra el comunismo y después contra el islamismo.
Al ser el primer país árabe que firmó un tratado de paz con Israel, desempeña un papel crucial y un cambio de gobierno que podría tener importantes consecuencias en el proceso de paz.
El dilema occidental fue resumido por el ministro de Relaciones Exteriores austríaco, Michael Spindelegger, que dijo en Viena: "No hay nada mejor que podamos hacer por el momento. Al final esto es una revolución (...) y de ejemplos pasados tenemos que esperar hasta ver cómo termina".
La crisis en Egipto se produce tras una revuelta que derrocó al presidente tunecino hace dos semanas, mientras la ola de malestar popular también está extendiéndose por otros países del norte de África y Oriente Medio.
Fuente: América Economía
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